HABLAR CON PROPIEDAD DEL ISLAM

• Dejemos de confundir árabe con musulmán, asumamos que el magrebí puede practicar el judaísmo o el cristianismo y no asociemos estos términos con el de terrorismo, reñido con cualquier credo

DOLORS Bramon. Profesora de Estudios Árabes e Islámicos de la Universitat de Barcelona


Se observa bastante confusión a la hora de aplicar terminología adecuada a diversos hechos actuales. A menudo se usa árabe como sinónimo de musulmán, sin percatarse de que el término pertenece al ámbito lingüístico y cultural y no al religioso. Árabe designaba originariamente al habitante de la península de Arabia, su lengua y su cultura, y se aplicó también a los territorios que se arabizaron con la expansión del islam. Hoy son árabes: Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Mauritania, Sáhara Occidental, Sudán, Djibouti, Somalia, Líbano, Palestina, Jordania, Siria, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Yemen, Bahrain, Kuwait, Omán, Qatar y Comores.

En la zona del Magreb, que es el nombre árabe que se da al África noroccidental, han perdurado la cultura y las lenguas de la población autóctona, arabizada también con la llegada del islam, pero no totalmente. De ahí viene el nombre de magrebí, que designa a los marroquís, a los argelinos y a los tunecinos. Los habitantes de aquellas tierras pueden ser de etnia y de cultura árabe o bien bereber. Reciben también el nombre de moros, que es otro de los utilizados erróneamente para referirse a los musulmanes.

La palabra moro es una denominación genérica, probablemente de origen fenicio, referida a los norteafricanos y que fue latinizada en maurus durante el dominio romano de la Berbería (de donde deriva el nombre bereber). Originariamente aludía a los indígenas de la Mauritania romana (que no tiene nada que ver con la república homónima actual) y que comprendía la costa mediterránea desde el Atlántico hasta la Tripolitania, la actual Libia.

Es erróneo, por tanto, confundir musulmán con moro o con bereber, porque existen musulmanes de otros orígenes étnicos y geográficos (iranís, indios, malayos, eslavos, americanos o españoles, etcétera) y moros o bereberes que practican y han practicado el judaísmo o que son o han sido cristianos.

La pertenencia a un país árabe no tiene nada que ver con la condición religiosa de sus habitantes: existen árabes que son musulmanes y otros que son cristianos, judíos, agnósticos o de alguna otra doctrina. Todos los que son creyentes y que hablan árabe se dirigen a Dios como Alá, que es la palabra con la que la lengua árabe designa al Ser Supremo.

Un 92% de los árabes son musulmanes. Ello significa que practican el islam, que es una forma de entender a Dios surgida en Arabia en el siglo VII. Los musulmanes no deben ser llamados mahometanos, calco del derivado de Cristo --cristiano-- y del error de creer que los musulmanes siguen a Mahoma. Los fieles del islam siguen únicamente la religión de Dios, que se sirvió de este profeta para difundirla. El calificativo de musulmán (que significa "sometido a la voluntad de Dios") debe reservarse para las personas y el de islámico, para las diversas formas culturales que los musulmanes produzcan como tales (derecho, historia, literatura, arte, etcétera).

En todas las religiones reveladas han habido partidarios de una lectura restringida de los textos sagrados y de la inamovilidad de unas normas fijadas hace siglos. En el islam tradicional, estos movimientos han recibido el calificativo de siyasí o políticos, que es, básicamente, lo que son. Ahora se les aplica terminología propia de otras doctrinas, como sucede con integrismo, que procede del catolicismo ultraconservador liderado por el obispo Lefèbvre, suspendido a divinis por Pablo VI (1976) y excomulgado por Juan Pablo II (1988). El término fundamentalismo procede del protestantismo de principios del siglo XX. En el ámbito del islam, el nombre adecuado es islamismo y es preciso insistir en la pluralidad de sus variantes.

Ninguno de estos términos debería asociarse con el de terrorismo, reñido con cualquier credo religioso y que no puede extenderse hacia ninguna colectividad, sea étnica, lingüística o cultural. Del pretendidamente islámico, podemos hablar en otra ocasión.